18 abr 2009

EL DIOSCÓRIDES ANAZARBEO




Este libro es un ejemplo excepcional de la transmisión de conocimientos a través de los siglos: Dioscórides, médico griego del siglo I d. C., escribió un importante tratado de botánica farmacéutica y se le puede considerar el padre de la farmacología. Esta obra fue traducida al árabe en el siglo X, en tiempos de Abderramán III; más tarde, la Escuela de Traductores de Toledo vertió al latín estos conocimientos, siendo la primera edición española en latín la de Antonio de Nebrija, en 1518. En el año 1555 el editor Juan Latio publica en Amberes la traducción en castellano que vamos a ver, realizada por el doctor Andrés Laguna, médico del papa Julio III, quien, en sus viajes a Roma, pudo consultar diversos códices de la obra, así como un libro impreso en Venecia por Matthioli.

El Dioscórides fue el tratado básico de farmacopea de obligada consulta en todo el mundo griego, latino y árabe desde el siglo II hasta la Edad Moderna, fue sucesivamente copiado durante el transcurso de más de un milenio en distintas partes de Europa y Medio Oriente. Toma su nombre de Pedacio Dioscórides Anazarbeo, el médico griego al servicio de Roma y sus legiones. En su “De Materia Medica” (cuyo original se perdió en el tiempo), recogió y plasmó el conocimiento acerca de 600 plantas, 90 minerales y 30 productos procedentes de animales, casi todas ellas con un dibujo adjunto, indicando sus virtudes terapéuticas o peligrosas.

En cuanto al traductor y comentarista de esta edición de 1555 Andrés Laguna (1510-1559) nació en Segovia sobre el 1510 y estudió dos años de artes en Salamanca. Se trasladó en 1530 a París donde se graduó en artes y cursó medicina. Se formó también en lenguas clásicas con helenistas y latinistas de prestigio.

De regreso a España en 1536 mantuvo contactos con la Universidad de Alcalá aunque no llegara a ser titular de ninguna cátedra. Viajó a Inglaterra, vivió algún tiempo en los Países Bajos y desde 1540 hasta 1545 residió en Metz como médico contratado por la ciudad. Entre los años 1545 y 1554 permaneció en Italia, recibiendo en Roma diversos honores concedidos por los papas Pablo III y Julio III. Estuvo en Venecia en casa del embajador Diego Hurtado de Mendoza, importante humanista y propietario de una de las mejores bibliotecas de la Europa de esta época. Regresó a España a finales de 1557 después de haber vivido de nuevo en los Países Bajos durante tres años. Falleció, seguramente en Guadalajara, en 1559.

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