1 dic 2009

¿Somos todos delincuentes? Derechos de autor y “fomento del libro”


Por Federico Reggiani

Don NicolaDon Nicola en 1963. Escaneada por un delincuente amigo

Es difícil conservar una identidad secreta por mucho tiempo, y cualquier espectador de series como Lost o Fringe sabe que los mundos paralelos terminan cruzados y mezclados en gozosa promiscuidad.
Esta semana comprobé que dos de mis universos de actividad –las historietas y las bibliotecas—se cruzaban de manera curiosa.

En una entrada de su blog, la investigadora Laura Vázquez planteó con claridad los problemas que rodean a la investigación académica sobre historieta, condenada a lidiar con coleccionistas paranóicos o con hemerotecas incompletas y que jamás atesoraron un material que sólo hace poco dejó de ser despreciable. En sus palabras:

El hecho es que estas producciones artísticas, masivas y populares (con todas las contradicciones y tensiones que ello supone en términos analíticos) constituyen un objeto ex-céntrico o en la periferia de la crítica de arte y el área de estudios visuales en general, lo que hace que el trabajo con archivos fuentes, la indagación empírica, resulten una tarea ardua y dificultosa. Lo digo sin rodeos: no hay políticas públicas de resguardo de estos materiales gráficos.

Es muy recomendable leer la entrada completa, que es excelente, porque propone una discusión muy rica sobre el papel del “legitimismo del margen” en la historieta, sus posibilidades y límites. Pero lo que me interesa hoy es la posibilidad real de construir esos archivos necesarios para poder leer la historieta del pasado. Alguna vez, con menos elocuencia, escribí sobre eso.

Aquí se cruza mi otra actividad. El viernes 20 de noviembre participé de una Jornada en la Universidad Nacional de la Plata sobre derechos de autor y bibliotecas. Mi presentación trató sobre el carácter persecutorio que está tomando la defensa de derechos de autor, y el fenómeno del “cóbro de derechos reprográficos” a las universidades. “Para que mi horror sea perfecto”, Hablando del Asunto anuncia, con viñeta celebratoria de Rep, la media sanción de una, ¡otra!, ley del libro, que tiene entre sus objetivos “velar por el cumplimiento” de la ominosa Ley 25.446 de “fomento del libro y la lectura”.

Digámoslo de una vez: si no se reforman las leyes 11.723 (de propiedad intelectual) y 25.446 (de “fomento del libro y la lectura”) no es posible la investigación seria en Argentina sin obligar a delinquir a los investigadores. Eso vale para cualquier investigación, pero es particularmente cierto para la investigación sobre historieta.

¿Estoy paranóico? En absoluto. La “Ley de fomento del libro y la lectura”, cuyo cínico título me recuerda a la “Ley de solidaridad previsional” creada por el menemismo, determina lo siguiente:

ARTICULO 23. – El editor podrá perseguir civil y penalmente a quienes reproduzcan ilegítimamente su edición, pudiendo estar en juicio, incluso en acciones penales como querellante. Esta acción es independiente de la que le corresponde al autor.”
(…)
ARTICULO 29. – Quienes reproduzcan en forma facsimilar un libro o partes de él, sin autorización de su autor y de su editor, serán sancionados con multa de pesos setecientos cincuenta a diez mil.

En caso de reincidencia, la pena será de prisión de un mes a dos años. Estas sanciones se aplicarán aun cuando la reproducción sea reducida o ampliada y siempre que el hecho no constituya un delito más severamente penado.

Aclaro algo: no estoy hablando de democratización del acceso a bienes culturales comunes, ni de la crisis del copyright y demás interesantes problemas. Estamos hablando de la simple necesidad de contar con excepciones para que las bibliotecas, el sistema educativo y la investigación puedan realizar copias –actividad que hoy es sinónimo de cumplir sus funciones normales– sin delinquir. Excepciones que no son un delirio anarquista, sino que existen en la mayor parte del mundo.

¿Qué ocurre sin estas excepciones? Dos cosas, ambas horribles. Primero, que para cualquier tipo de reproducción debemos recabar una doble autorización, porque la ley habilita a dos sujetos a perseguir penal (¡penal!) y civilmente a quien saca una copia: el autor y el editor. Segundo, que cualquier reproducción total o parcial, implica pena de multa y de prisión. Leyeron bien. No hay excepciones. Ninguna. Un investigador que le saca fotos a una historieta de vaqueros de autor anónimo publicada en una revista Fantasía de 1958 atesorada por un coleccionista que no la presta ni loco, es un delincuente. Un bibliotecario que escanea su colección completa de Hora Cero para preservar los originales del deterioro, es un delincuente. Y que ni se les ocurra publicar esas fotos y esos escaneos en algún repositorio o en un libro sin las autorizaciones pertinentes. Multa y prisión para todo el mundo.

Curioso estilo de “fomento del libro y la lectura”: condenar al olvido a la enorme masa de producciones culturales agotadas, cuyo interés comercial es nulo aunque su interés cultural sea enorme. Gracias, señores diputados, gracias señores editores, gracias CADRA; gracias Rep.

FUENTE

2 comentarios:

Amalia Lateano dijo...

Lo que ha escrito, estimado Amigo es muy interesante.No creo que se deba reducir al concepto de "quema de libros", ya que estamos negando un perfil de la globalización. Es muy grave el cargo que se le imputa al Profesor POTEL . Quedaré a la espera del veredicto.
Un saludo
Amalia
http://amalialateano.blogspot.com

FedericoR dijo...

Potel fue sobreseído. El fiscal decidió no continuar con la acción, así que al menos a él lo dejarán tranquilo, supongo...